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Una ventana desde el encierro
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Confinamiento, aislamiento, desierto; el encierro tomó una forma constante, nublada, oscura, definiendo límites que antes no eran visibles.

Cada uno lo vive como puede, las casas están llenas, las personas están es sus casas, algunas personas no tienen casa.

Yo sí, yo tengo una ventana que me permite mirar el mundo, pensarme y pensar todo esto que sucede, 

¿Qué sucede?¿Con quién te quedas?¿Quién te cuida?¿Con quién compartís?¿Cómo son los días?¿Las noches?¿Tus emociones?

El tiempo va plasmando un mensaje incierto, confuso, como una neblina colectiva que nos trae un momento de reflexión, de abismos que nos separan y que nos dejan grabada a fuego esa sensación de estar pasando de fase, conmovidos, desolados.

Una ventana que también es un recorte del mundo que observo, la abertura en la pared que me permite comunicarme con el afuera, una ventana que hace de prótesis del ojo que no puede salir, pero si  contemplar desde las fronteras del adentro y del afuera, esas líneas que también nos sobrevuelan, nuestro mundo interno y el exterior que nos cuestiona, nos desvela.

Imágenes arrancadas de esta pandemia que lo envuelve todo en un halo dramático, difícil.

Quedarme en casa, descubrirla a través de cada momento atravesado por la estética de un silencio particular, diferente, alertante, borroso, suspendido, desconocido.

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